“A las palabras se
las lleva el viento”
Dicho popular.
¡Platícaselo
al viento! – Dijo la abuelita Nor a sus nietos, Mónica y Zagal – ¡Cuéntale lo
que quieras, tus palabras viajarán hasta ellos y sabrán lo que les quieras
contar; vamos, vamos, no seas egoísta, ellos también nos platican sus
historias, ya viene el próximo vendaval de vuelta y tenemos que contarles lo
que nos pasa!
Mónica
y Zagal sonrieron y echaron a correr como hacían todas las temporadas; salieron
de la aldea y se dirigieron a la costa, a la parte más alta, a la cima de la
quebrada, ya que ahí es donde podrían escuchar mejor a pesar del ruidoso
rompimiento de las olas.
Cuando
llegaron ya había otros niños de la aldea y algunos adultos, unos estaban
sentados sobre la suave hierba verde sintiendo el fresco de la brisa y otros
habían llevado sillas o banquitas; aunque Mónica y Zagal tenían apenas unas
pocas temporadas de vida (Mónica tenía ya nueve y Zagal ocho) sabían lo
importante que era el evento.
Y
así, como todos los años, se sentaron y esperaron, esperaron y esperaron… Zagal
bostezó aburrido y estuvo a punto de decirle a su hermana mayor que sería mejor
ya irse a comer a casa, pero cuando volteó hacia el lado de la tierra vio que
prácticamente toda la aldea ya estaba ahí esperando también. Mónica volteó a ver y descubrió con la mirada
a su abuela quien se había traído una silla y dormitaba acariciada por la
cálida manita de de uno de los dos soles que siempre estaban en lo alto de
ellos, uno encima del otro.
Zagal
bostezó de nuevo y estuvo a punto de decirle a Mónica que ya era suficiente
cuando ésta le dijo:
-
¡Shhh, espera, ya escucho algo!
Silencio.
La
brisa del mar sonó de nuevo y entonces llegó así la primera palabra:
-
¡Hola! – Susurró el viento con voz de niño y todos guardaron silencio para
escuchar con atención – Soy Zaluum y quiero saludarlos a todos…
La
abuela sonrió complacida a igual que todos los miembros de la aldea quienes habían
escuchado a Zaluum por primera vez hacía dos ciclos solares, así que esta era la tercera vez que lo
escuchaban.
-
¿Cómo están la abuela Nor y el abuelito Gili? – Continuó la voz que provenía
del otro extremo, más allá de donde se ponían los dos soles en la mar, la
abuela al escuchar el nombre de su esposo suspiró de tristeza, él ya había
fallecido hacía un par de lunas – Espero que se encuentren con bien todos,
quiero contarles que acá, en la aldea de la Tierra Roja también estamos todos
bien, a pesar de que no ha llovido y nos
hace mucha falta, esperemos que los
altos designios nos escuchen y que esta plegaria llegue a ellos también.
-
Estoy muy contento – continuó - porque
hace unas tres lunas llegó Zima a la Tierra Roja ¡Ya soy hermano mayor! Llora
todo el día y no deja de comer… Ya quiero que sea más grande para que pueda
llevarla al monte ígneo y salir volando de él esquivando la lava, ¡la última
vez que fui casi me alcanza! Pero extendí mis brazos y una ráfaga de viento
cálido me sacó volando de ahí.
-
A veces – continuó la voz de Zaluum –, los demás niños y yo volamos lo más alto
posible para ver si podemos alcanzar a verlos a ustedes, pero los mayores dicen
que están muy, pero muy lejos… ¿Es cierto que no pueden volar? Ya
veremos cómo planear más rápido y los visitaré algún día, tal vez cuando Zima
ya esté más grande y podamos jugar con Mónica, Zagal, Miri y Aldo…
Mónica
y Zagal voltearon a verse sonriendo, les daba gusto saber que aun los
recordaban, Miri y Aldo eran dos amigos de ellos, eran sus vecinos que vivían
en la cabaña de enfrente, quienes también estaban escuchando al viento con los
demás de la aldea
-
Claro que les llevaría regalos a la abuela Nor y al abuelo Gili… -La abuelita
Nor volvió a suspirar – Y también a los demás mayores y a los otros niños.
Bueno, ya me voy porque los demás también quieren platicarles cosas, pero antes
les contaré algo que dijo el tío Hermes: que un día construirá una gran balsa
que pueda flotar sobre el mar y empujado por velas con el viento acompañará
todos los mensajes de la aldea hasta ustedes, aunque el viaje sea muy largo… si
la construye entonces yo iré con él… ¡Adiós, les platico en el próximo ciclo!
Hubo
un pequeño momento de silencio y entonces se escuchó otra voz, ahora era la de
un hombre mayor que le mandaba recados a otros miembros de la aldea de Mónica y
Zagal, que era la aldea de las “Tierras Bajas”, platicó sobre la pesca aérea y
todos se imaginaban maravillados como sería pescar en el aire a las aves y a
los peces voladores. Mónica se imaginó flotando entre las nubes persiguiendo a
las grullas y mantarayas voladoras, llevaría una caña de pescar muy, muy larga,
se escondería detrás de una nube gorda y rosada y cuando pasara alguna le
lanzaría el anzuelo, pero en lugar de atraparla se dejaría arrastrar por todo
el cielo, pasaría encima de la aldea de la Tierra Roja y podría así saludar a
Zalumm y a los demás niños de ese lejano pueblo y jugar rebotando entre las
nubes con ellos, después regresaría a su casa en las tierras bajas y saludaría
a todos sus amigos y a su abuela… ¿Realmente estarían tan lejos los mensajeros
de aquella aldea?
El
viento siguió soplando, y con ello llegaban nuevas palabras, diferentes voces y
cantos, canciones e historias que no conocían y que se grabarían en su memoria
volviéndose así parte de ellos para siempre…
Así
fue durante todo el día hasta que terminó de soplar el aire, y con ello, las
historias de la gente de la Tierra Roja…
Todos
en la aldea permanecieron en silencio por unos instantes, algunos sonreían,
otros dejaban escapar alguna lagrimita y muchos tenían una extraña mezcla de
ambos, sonreían con los ojos irritados… Mónica no entendía eso y le asombró ver
que la abuela era una de éstas.
Poco
a poco empezaron a regresar a casa. Zagal echó unas carreritas con Aldo y Miri
mientras Mónica se acercó a la abuela y la ayudó llevándole su silla de madera.
-
¿Ya sabes que vas a responderles? – Preguntó la abuelita a Mónica – Recuerda
que temprano el viento terminará de rodear las montañas y estará limpio de
palabras cuando pase por acá de vuelta a las Tierras Rojas y tenemos que mandar
nuestra respuesta.
-
Aun no estoy segura, acá no pasan cosas tan interesantes como las que le pasan
a Zaluum y a sus amigos… ¡Imagínate abuela, ellos pueden volar!
-
Sí, pero ellos no pueden respirar bajo el agua como además hacemos nosotros.
-
Eso no lo puedo creer – Dijo Mónica – Yo pensaba que todo el mundo podría
hacerlo, no le veo mucho chiste, estar bajo el agua es aburrido y hasta
peligroso, hay peces gigantescos y carnívoros, y fosas enormes en las que si te
caes nunca volverás a salir… ¡Pero volar, caminar por el cielo, eso debe ser
increíble!
-
A lo mejor ellos piensan al revés que nosotros, Mónica – Dijo la abuela –. A lo
mejor piensan que volar es aburrido, ya oíste lo que dijo Zaluum, ¡Tienen que
construir balsas para poder surcar el
mar!
Mónica
se imaginó cómo sería la gente de la aldea de la Tierra Roja, se los imaginaba
muy hermosos, ligeros y delgados con la piel color azul como el cielo o
transparentes, con membranas entre los brazos y el tórax para que pudieran
planear, muy diferentes a ellos que eran… ¡Bueno, como todos los demás!
Mónica
se quedó así pensativa frente a la casa, Zagal ya se había metido a la casa al
igual que Miri y Aldo a la suya… ¿quién habría ganado la carrera? Tal vez la
gente de la aldea de la Tierra Roja si encontraría interesante la vida de
ellos, así que se puso a pensar con detenimiento que les respondería.
Al
día siguiente Mónica se levantó muy temprano, ayudó a la abuela Nor a preparar
el desayuno para Zagal, la abuela y ella y dejaron los trastes sin lavar ya que
la hora estaba muy cerca. La abuela tomó su silla y Mónica le indicó con la
mirada a Zagal que se la llevara.
Salieron
de inmediato y la mayoría de los vecinos de la aldea ya se dirigían a la
quebrada en donde mandarían sus mensajes, la abuela se acomodó en el mismo
lugar que el día anterior y Zagal se puso de inmediato a jugar con Miri y Aldo.
Omoro,
el jefe de la aldea se paró detrás de Mónica y le puso una mano en el hombro
para sorpresa de la niña de las Tierras Bajas.
-
Tú serás la primera en contar tu historia – Le dijo el jefe –.
-
¿Yo? – Preguntó Mónica –.
-
Sí – Dijo Omoro mientras la conducía a la orilla del barranco que daba hacia el
mar – Zaluum prácticamente te mandó su mensaje a ti, lo correcto es que tú seas
la primera en esta ocasión, ¡Vamos, platícaselo al viento!
Y
como buen jefe de la aldea que era, el viento pareció obedecerle y la primera
ráfaga del viento llegó por detrás, Mónica sonrió y empezó a platicarle a
Zaluum y a la lejana gente que vivía más allá del horizonte, le contó que el
abuelito Gili ya había muerto dos lunas atrás, pero que los demás en la aldea
estaban bien, y entonces le contó cosas que seguro les parecerían muy
interesantes, como por ejemplo, cuando el gran pez de muchos dientes estuvo a
punto de devorarse a Zagal, o de cómo domesticaban a otros peces que jugaban
con ellos, ella tenía uno que era su favorito que cambiaba de colores y que
siempre la buscaba.
Mónica
siguió hablando mientras el viento se llevaba sus palabras hasta el confín más
lejano, sabía que del otro lado la escucharían y le responderían, aunque la
respuesta tardaría mucho en llegar, hasta el próximo ciclo, cuando Mónica
tuviera ya diez y ya no sería tan niña.
Una
vez que terminó el jefe Omoro empezó a platicar su respuesta mientras que Mónica
miraba hacia el océano, buscando con la mirada con la esperanza de que algún
día, a lo mejor no muy lejano, verían a esa casa flotante traída con la fuerza
del viento acompañada de nuevas historias y palabras, y a sus desconocidos
amigos, que ya no lo serían tanto.
F I N.