martes, 28 de mayo de 2013

XIAN EN LOS INFIERNOS



“...Yo he estado ahí, Remiel. Lo he hecho, 
me he puesto la camiseta, 
comido la hamburguesa, comprado 
el álbum con el grupo original, 
coreografiado a la legión de los 
condenados y  orquestado sus gritos...” 

Lucifer Morningstar
en Sandman # 60 
de Neil Gaiman

 
Y Xian se presentó ante él por primera vez hace miles de años, estaba desnuda, humillada, pudo descansar por primera vez en doscientos años de agonía constante, y lo vio por primera vez, era hermoso, alto, rubio, gallardo; era realmente el ángel mas bello que jamas hubiese existido, y sin embargo el se hacía cargo del lugar de sus tormentos.
-Has solicitado audiencia -Dijo el mismo Luzbel dirigiéndose a ella por primera vez, contemplándola de cabo a rabo, Xian sintió su penetrante mirada proveniente de sus ojos azules, era esta la característica que le había dado a ganar su reputación, que reflejaba la corrupción que implicaba ser el Señor de los Infiernos, y se sintió incomoda, aunque curiosamente no inhibida por su desnudez, eso no estaba en la mirada de Lucifer.
-Así es Señor -Contestó serena, no parecía que había estado en el lago de lava de los condenados- tengo ya doscientos años purgando mi condena, es tiempo ya de marcharme.
Lucifer la contempló divertido, y rió mas bien para sus adentros, la miró y por primera vez mostró libido en su mirada, Xian lo notó y sintió temor, aunque pensó en que sería interesante hacer el amor con el príncipe de la obscuridad,
-Doscientos años no son ni un segundo en la eternidad -Respondió el Ángel caido-. Nunca terminará.
Y con un ademán de sus manos dos demonios la llevaron de nuevo al lago infernal.


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La segunda vez que Xian vio al Diablo habían pasado ya cuatrocientos años más, el Ángel Bello lucía cansado, fastidiado, dos rudas ojeras marcaban su bello rostro.
-Has pedido verme de nuevo Xian, ¿no has entendido?
-Señor -Respondió temerosa, aunque ya no tan cohibida por su desnudez, seiscientos años de castigo la habían situado mas allá del pudor- Ya es tiempo de marcharme, el lago de fuego ya no es suplicio para mí, he pagado mis culpas.
-¿Y quién eres tú para decidir eso?
-Solo soy Xian, y nada más.
Luzbel la contempló con cierta fascinación, y pensó en lo interesante que sería copular con esta simple mortal, pero se veía agotado, con un ademán llamó a uno de sus demonios y ordenó.
-Te concedo el haber vivido una hora de la eternidad, ahora tendrás otro castigo, ¡llévenla al potro infinito!

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Mil años pasaron, y Lucifer fue a ver a Xian, quién ya ni siquiera resistía estoica el castigo, le era placentero.
-¡Deténte! -Ordenó al demonio que infligía el castigo- Xian, ¿ya no sufres aquí tampoco?
-No Señor, creo que ya es hora de partir.
Lucifer la contempló meditativo, Xian pudo apreciar que se veía más cansado, demacrado, sus bellas alas eran ya un pálido reflejo de miseria, y su voz, que en antaño había sido la más hermosa de todos los ángeles se había tornado ronca.
-¿Y por que crees eso?
-Porque ya no hay dolor que puedan inflingirme, todo se tornará de un momento a otro en placer.
-Sígueme.
Y Xian así siguió al Diablo.

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Lucifer puso a Xian a trabajar con él por dos mil años inventando nuevos castigos y tormentos, Xian al principio estaba feliz, era creativa y se sintió viva una vez más, recordó todo el daño que infligió en vida y que la había hecho merecedora de su estadía en el infierno, descubrió además que los castigos psicológicos eran aún más terribles que los físicos.

Pero al principio del tercer milenio se empezó a aburrir y empezó inclusive a sentir pena por las almas a las que sometían al castigo, por su parte, Lucifer continuaba mostrando señales de desgaste, al principio dio señas de reestablecerse, el haber contratado a Xian le había dado un nuevo sentido a su labor e incluso había considerado volverse su amante, pero a fin de cuentas era lo mismo, variaciones de un mismo tema.
Al final del tercer milenio Xian ya no sentía placer por su labor, sentía repugnancia y empezó a liberar a las almas más antiguas.
Y así llegó el momento en que Lucifer ya no aguantó más, renunció, se encaró con el Señor de la Luz y declaró que era inútil su antagonismo, así que dejó a Xian encargada del infierno y nunca más lo volvieron a ver ahí.
Xian lloró ante la pérdida de Lucifer, comprendió entonces que lo amaba, que ese tampoco era un lugar para ella, y ante su simple deseo el infierno se destruyó, muy pocas almas escaparon y huyeron a otros reinos, donde los admitieran.
Xian comprendió entonces que había terminado no solo con su propio infierno, sino con “El Infierno”, y por eso mismo supo que ya tampoco vería a su amado.
Se envolvió con una capucha y partió a concluir su eternidad.

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